Ya han pasado 48 horas desde que el F.C. Barcelona se proclamó Campeón de Europa por cuarta vez en su historia. Escribo ahora, después de dos días de auténtica euforia azulgrana. Días de celebraciones y homenajes constantes, de imágenes para guardar en un álbum, de frases para recordar siempre, de momentos que quedarán grabados en la memoria de todos aquellos que aman el fútbol y, en especial, de quienes aman los colores del Barça.
Nadie lo hubiese soñado mejor. El escenario perfecto (un emblemático Wembley, santuario para el Barcelona por ser el estadio donde consiguió su primera Champions en 1992), el día perfecto (el Barça se había proclamado Campeón de Liga con la antelación suficiente para llegar a este partido en condiciones óptimas. Además, en lo extradeportivo, al día siguiente la gira de la cantante Shakira, nuevo reclamo azulgrana desde que se hizo pública su relación con Gerard Piqué, recalaba en la ciudad condal. ¡Coincidencias de la vida! De volver con la copa, la mejor celebración posible les estaría aguardando) y, sobre todo, el equipo perfecto.
Con un once en el que la única sorpresa fue la ausencia de Carles Puyol (que se operará mañana de su rodilla), Pep Guardiola puso sobre el césped a su equipo de gala. La ocasión lo exigía. Ante ellos, ni más ni menos que todo un Manchester United con Sir Alex Ferguson al frente. La relajación estaba prohibida. Después de una durísima temporada (no solo en lo deportivo sino, y sobre todo, en lo mediático debido al fuerte enfrentamiento con el Real Madrid), el Barça tenía ante sí la oportunidad de culminarla de la mejor manera posible.
Como si de un sueño se tratase, de un producto de la imaginación de cualquiera de los jugadores de la plantilla del Barça, de uno de los miembros del cuerpo técnico o de la directiva… El de cualquier culé de los tantísimos que hay repartidos por el mundo. La final de la Champions pareció haber sido diseñada por manos azulgranas. Y es que todo le salió a pedir de boca al equipo catalán. Ni diez minutos les duraron los nervios a los aficionados. Fue ese el tiempo que el Manchester se mantuvo vivo en el partido, creando cierto peligro. Lo demás… un recital blaugrana.
MVP, la consagración de una delantera de lujo
Marcar el gol de la final de la Champions. El deseo de cualquier delantero, el sueño que todos querrían hacer realidad. ¿Messi, Villa, Pedro? Días antes del partido multitud de encuestas planteaban la misma pregunta. ¿Quién sería el artífice de ese tanto mágico? Hasta en eso, el Barça pareció querer demostrar que es un equipo solidario, lejano a las individualidades. No hubo un solo protagonista en la gran final de Wembley. No será uno solo de los tres delanteros del Barça el que pasará a la historia del club. El trío volvió a demostrar porqué se ha ganado el apelativo de MVP. Messi, Villa y Pedro. Tres golazos para culminar la gesta de un EQUIPO con mayúsculas.
Aunque lo cierto es que hay goles que valen más que otros, por mucho que suban en la misma medida al marcador. Y si había alguien que en esa final, en esa noche mágica de hace ahora 48 horas, necesitaba reivindicarse ese era David Villa. El asturiano ha tenido una temporada de altibajos, pasando por dos largas rachas de sequía goleadora. Su posición en el campo desde que llegó al Barça le ha hecho asumir un nuevo rol, lejos del delantero referencia que estaba acostumbrado a ser en Valencia. Muchos le criticaron, le cuestionaron y se plantearon si realmente era merecedor de pertenecer a un club como el Barcelona. Hace 48 horas Villa demostró por qué es uno de los grandes delanteros del fútbol mundial. Uno de los días más importantes de su carrera, en su primera final de la Champions, maravilló al mundo con un golazo que será recordado por mucho tiempo. Con él, el Guaje, primer asturiano en ganar una Copa de Europa, escribió su nombre en letras de oro en la historia del F.C. Barcelona.
Cuando el fútbol es solo un pretexto
El árbitro pitó el final del partido. Y estalló la alegría. Wembley se convirtió en una fiesta, la primera de las muchas que le esperarían al Barça a partir de ese momento. Al capitán le tocaba recoger la copa, levantarla hacia el cielo y descargar la adrenalina acumulada. Y fue entonces cuando Carles Puyol se acercó a Abidal, se quitó el brazalete y se lo colocó al francés que, emocionado, le agradeció el gesto con una mirada cómplice. Con los ojos humedecidos, la plantilla al completo aguardaba con ansias el momento. Y el capitán alzó la copa y gritó con todas sus fuerzas. El sábado el Barça ganó mucho más que una Champions.
Y es que hay ocasiones en las que el fútbol es solo un pretexto para demostrar cuáles son las cosas importantes en la vida. Hace 48 horas el Barcelona dio una lección al mundo. De fútbol, sí, pero también, y sobre todo, de humanidad, de compañerismo, de lealtad… Como si de un sueño se tratase, el mejor equipo del mundo se consagró en un estadio único, desplegó un juego de libro y puso el broche de oro con una clara demostración de que este Barça es una gran familia, una piña en la que todos cuentan, se alegran y sufren los unos por los otros.
El avión despegó de Londres y todavía faltaba lo mejor. Barcelona entera esperaba para recibir a los campeones con los brazos abiertos. El Camp Nou se quedó pequeño y Shakira les brindó su particular homenaje… Más de un culé se habrá pellizcado en estas últimas 48 horas para constatar que todo esto no ha sido un sueño. Abran los ojos y pellízquense fuerte. Aunque cueste creerlo, no puede ser más real.